Libro: “Por que Piaget?” (¿Por qué Piaget?)
Editora VOZES, 1998
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¿PARA DÓNDE VA LA EDUCACIÓN?
“Existen ciertas conductas muy precoces que deben
ser cualificadas de innatas, cuya precocidad no depende del aprendizaje que, según
mi perspectiva, darían lugar a construcciones muy ulteriores y, realmente
constructivas, o sea, no predeterminadas por la herencia. Sucede, lo que me
alegró mucho, que en estos casos no hay continuidad entre las manifestaciones
iniciales y las reconstrucciones ulteriores.”
Jean
Piaget
“El niño siempre precede al adulto”
J. M.
Baldwin
Mientras el pragmatismo y el sociologismo
reflexionan en términos de adultos
(para el pragmatismo el educando es un futuro productor, mientras que para el
sociologismo el educando es, apenas, militante político), para el psicologismo el
educando jamás será un ciudadano
participante del proceso social, en sus aspectos políticos y económicos
(trata al educando como un eterno niño). Cada una de estas concepciones
deforma, a su modo, el proceso educativo.
Y ¿qué lleva educadores respetables a estas deformaciones? Parece ser, que
falta a estas posiciones de carácter estrictamente ideológico la asimilación de
recientes datos de la investigación científica (psicogenética, epistemología
genética, biología del proceso evolutivo, micro sociología de los agrupamientos,
comprensión sistémica de los procesos bio-psico-sociológicos, etc.). Antiguas
concepciones del siglo XIX aparecen aún como fundamentación de concepciones
educativas (teoría de las facultades mentales, instintos, herencia de la
inteligencia, reflejos condicionados, centros de interés, educación programada,
categorías mentales, etc. – véase los programas de los cursos de formación de
profesores, en algunos de los cuales Platón aún es referencial teórico), y no
se han incorporado a la reflexión los datos actuales de la biología,
psicogenética, micro sociología, etología, cibernética, etc., etc., etc. Como
estas tres propuestas disponen de una enorme masa de datos verdaderos (pero no suficientes) cada una de ellas puede encastillarse,
indefinidamente, en sus posiciones con argumentos convincentes. Todo reduccionismo
es, por naturaleza, absolutista. ¿Qué contribución el relativismo piagetiano puede dar a estas concepciones monolíticas plenas
de emocionalidad, de prejuicios y de conceptos obsoletos? La gran contribución
de J. Piaget a la educación, fue dar elementos para una pedagogía científica (la pedagogía se apoya en una reflexión
interdisciplinaria). Desarrollando una teoría que concibe los fenómenos
bio-psico-sociológicos como construcción
secuencial, permite relativizar la noción de educando acompañando su desarrollo, desde el estado embrionario hasta
su inserción en el cuerpo social. El educando, para estas tres “pedagogías” reduccionistas,
es un ser epistémico definido a partir o del sistema de producción o de la
revolución social o aún de un nostálgico mundo ideal romantizado, en el que no
existe ni un sistema de producción ni una estructura de dominación (poder). Al pragmatista, le recordaría, J. Piaget,
que el niño pasa por un largo período de “esquizofrenia” (formación de la función
semiótica) en el que la realidad tiene menos poder “formativo” que “el juego
simbólico” (fantasía) permaneciendo totalmente dependiente e incapaz de considerar
la necesidad de adquisición del know-how que
garantice su supervivencia. Advertiría al socilogismo, que además de la macro
sociología en que se desarrolla la lucha política, existe una micro sociología (sociedades
infantiles y juveniles) que prepara – en un tipo de útero sociológico – la asimilación
de las reglas, valores y símbolos de la sociedad adulta (durante la larga infancia
el niño no solo no percibe los conflictos sociales sino que de ellos está
protegido por la fantasía de un mundo irreal, en el que todas los deseos pueden
ser mágicamente realizados). Advertiría al
psicologista sobre la necesidad de
“conquista de la objetividad” el largo camino ontogénico y filogenético de la hominización (en el sentido en que T. de
Chardin usa este término): la vida es una equilibración entre el “principio del
placer” (asimilación) y el “principio de la realidad” (acomodación) – para hablar
en un lenguaje freudiano tan a su gusto...