Temas
Piagetianos
Lauro de Oliveira
Editora
AO LIVRO TÉCNICO S.A
Indústria
e Comércio
Río
de Janeiro – RJ / 1984
¿Grabar
u operar el conocimiento?
Aristóteles y Platón – Silos para
guardar -Muerte de la memoria biopsicológica – La corrida entre el profesor y los
medios de comunicación de masa – Resistencia a los cambios: sinónimo de inseguridad
– Lo importante es jugar.
Las artes (técnicas) tradicionales de
la humanidad son la medicina, la educación, la agricultura, la culinaria, la
pecuaria... Desde la caverna ancestral, los hombres, en general, intentan curar
las enfermedades, educar a los hijos, plantar cereales, criar animales
domésticos y cocinar los alimentos. Es comprensible, por lo tanto, que esas
artes o esas técnicas estén impregnadas de sólidas tradiciones empíricas
acumuladas a lo largo de milenios. Y las tradiciones pasan de padres para hijos,
generación tras generación, conservándose como si fuesen verdaderos instintos (los
hábitos y costumbres – dice Jean Piaget – son como «instintos aprendidos»).
La tradición, los
hábitos y las costumbres se impregnan en el comportamiento individual como si fuesen
verdaderos instintos.
Cuando se trata de esas experiencias, oriundas de la noche
de los tiempos, la ciencia es casi impotente: es dificilísimo, en nombre de los
descubrimientos científicos, modificar el comportamiento de los hombres en lo
que se refiere a la educación, medicina, agricultura, arte culinaria y construcción
de casas. En parte, con mucha razón, la experiencia milenaria no puede haberse
engañado totalmente, aunque pueda ser superada, técnicamente por modelos
elaborados a partir de los estudios científicos. La medicina y la agricultura son
ejemplos flagrantes de que la ciencia puede ofrecer nuevas posibilidades. Pero,
aun así, en materia de medicina y agropecuaria, la resistencia al cambio (hasta
de las personas, aparentemente, educadas) es casi insuperable. Que lo digan los
desbravadores que intentan modificar el comportamiento (higiene, agricultura,
pecuaria) de las poblaciones marginalizadas. Y lo más sorprendente es que las
personas cultas (por lo menos es esa la presunción en relación a los profesores)
resisten, irracionalmente, a los cambios exigidos por los estudios científicos,
como en el caso de las técnicas educativas ¡los profesores continúan dando
clase de la misma forma como lo hacía «el maestro iniciador» de la tribu prehistórica!
Si Aristóteles y Platón, volviesen a los liceos y academias de hoy, no tendrían
que modificar su forma de dar clase: su estilo está perfectamente adaptado a los
2 mil 500 años de evolución y desarrollo tecnológico... ¡Eso nos lleva a concluir
que el profesor es un fósil vivo, sobreviviente a todos los cambios provocados
por el progreso del conocimiento humano! Lo peor es que el profesor es el propio
símbolo del conocimiento, de los estudios científicos, de la búsqueda de la
verdad, de la desmitificación de la superstición... siempre que eso no implique
en un cambio de su propio comportamiento.
La televisión es,
apenas, un juguete para multitudes: lo que es realmente importante es el grabador.
Durante los últimos tiempos (menos de 50 años atrás), ocurrieron
hechos que modifican, esencialmente, el paradigma tradicional del fenómeno
educativo. Hasta hace poco tiempo, el objetivo de la educación era conservar el
conocimiento y transmitirlo a las nuevas generaciones (en las tribus prehistóricas,
los ancianos eran «el banco de datos» en que se preservaba la experiencia
acumulada). A partir del descubrimiento de la escritura, esa función empezó a ser
«tecnológica» (el libro dispensa la grabación de memoria, de informaciones que
deben ser conservadas). Recientemente, los grabadores de todos los tipos
eliminaron la necesidad de memorizar (actividad que la escuela persigue, peligrosamente).
El banco de datos y el fichero realizan hoy, el papel que, durante milenios y
milenios estaba reservado a la memoria. Con las computadoras, se creó, incluso,
una ciencia de la memoria: la informática (¡finalmente la mente está libre para
pensar!).
El hombre,
finalmente, se libertó de la esclavitud milenaria debida a la necesidad de
memorizar...
El banco de datos es una memoria colectiva a disposición
de todos. ¿Y ahora? ¿Para qué sirve la escuela? Los maestros no percibieron los
cambios tecnológicos y continúan a enseñarles informaciones a los niños (la apoteosis
del anacronismo es el examen de ingreso a la facultad). ¿Por qué se rehúsan a
admitir los cambios? ¿Será que no sabrían qué hacer si tuviesen que descartar la
memorización en sus clases...? El cambio implicaría en una desorganización
total de las técnicas didácticas, empezando por la noción del libro didáctico
(una de las más poderosas y rentables industrias del mundo moderno).
Y si un profesor más osado resolviese aceptar los cambios,
¿qué debería hacer? A la grabación se opone la operacionalización del conocimiento
(a la ejercitación se opone el reto del problema). El libro didáctico (en forma
de tratado) pasaría a ser mera fuente de consulta (así como funciona para los
científicos y profesionales). Educar sería provocar la utilización operativa de
los conocimientos acumulados en los libros, ficheros y bancos de datos (para
obtenerlos se realiza una búsqueda). El profesor pasaría (de
informador-iniciador) a ser una fuente de retos, provocación, estimulación (solo
individuos excepcionales consiguen comportarse como desequilibradores: mucho más
fácil es recitar el conocimiento acumulado). Lo que se mediría en los exámenes
no sería la masa de datos acumulados, sino las estrategias adquiridas por el cuerpo,
por el lenguaje y por la mente. En síntesis la educación pasaría a ser un juego.
Octubre,
1979