PARA QUÉ SIRVEN LAS ESCUELAS
Lauro de Oliveira Lima
Ed. Vozes
2
1º Parte
EL MAYOR CIRCO DE LA TIERRA
En el Estado de Río de Janeiro casi dos millones de
alumnos están matriculados en los cursos preparatorios para el examen de
ingreso a la universidad, lo que exige más de 50 mil profesores y otras tantas
clases, agrupadas en cerca de 4 mil cursos.
Durante una entrevista (abril de 1989), el Secretario
de Educación de Río de Janeiro dijo que el estado tiene 100 mil profesores, de
los cuales 25 % no estaban ejerciendo la función de profesores (deformación
administrativa presente en todos los Estados de la Federación). El Estado de
São Paulo gasta 82 % de todos sus recursos (1982) con personal para mantener 4
millones 800 mil alumnos en casi 6 mil escuelas. Podemos imaginar la compleja y
enmarañada tela burocrática que se necesita para poner en funcionamiento esa
inmensa multitud de alumnos, profesores, directores, supervisores, delegados,
cocineras, servidores, guardias, funcionarios burocráticos, orientadores,
inspectores, bedeles, nutricionistas, dentistas, psicólogos, médicos,
vigilantes, bibliotecarios, archiveros, animadores, secretarias, etc., etc.,
etc., en permanente proceso de transferencia, jubilación, asistencia médica,
licencias, requisición por parte de otros órganos, todo corrompido por una
política torpe. El magisterio es el mayor cuerpo de funcionarios públicos. Es
compresible que en el mismo interfieran, preferencialmente, los políticos que
aseguran su posición utilizando el tráfico de influencia. Millares de
profesores permanecen indefinidamente fuera del trabajo, protegidos por esos
políticos.
Cerca de veinticinco mil profesores están «a
disposición» de políticos, en el Estado de Río de Janeiro. Multiplique ese
número por lo que ocurre en los otros Estados… y tendremos doscientos,
trecientos mil profesores ¡que reciben su pago para no hacer nada!... Las
escuelas fueron transformadas, recientemente, en comedores, en los cuales se
sirven 50 millones de comidas diarias, actividad que, de por sí, absorbe la
mayor parte de la actividad escolar diaria, sin sobrar casi tiempo para los
trabajos escolares. Solo en el Estado de São Paulo son 250 oficinas cuya
función es accionar el engranaje burocrático cuando un grifo no funciona en
alguna unidad perdida en la frontera.
A partir de esos datos, de dos Estados, podemos
evaluar la complejidad del sistema escolar del país. Para financiar ese inmenso
engranaje el Poder Público invierte 18 % del presupuesto de la República y 25 %
del presupuesto de los Estados y de los municipios. ¡Es la inversión más cara
para la comunidad! (impuestos). Se indaga hoy, si ese gasto produce retorno.
Difícilmente se encontrarán, en el sistema internacional de producción,
empresas de tal magnitud. Es evidente que un aglomerado de ese porte no puede
ser «gobernado», funciona burocráticamente, según la ley de la inercia. Debido
a la imposibilidad de reciclar y actualizar continuamente al personal el
sistema es obsoleto y refractario a todo cambio modernizador. La inmensa
máquina, sin control, generada desorganizadamente por un sindicalismo clasista,
sin ninguna sensibilidad para los reales objetivos del sistema (educar a las
nuevas generaciones), cuida, exclusivamente, de sus propios intereses
(reclamación salarial), distanciándose, progresivamente, de sus finalidades. La
vulnerabilidad del sistema al tráfico de influencia y a las presiones recibidas
por parte de los profesores para escapar de sus obligaciones funcionales, con
vacaciones, licencias, disponibilidad, enfermedades ficticias, cursos irreales,
transferencias, faltas, jubilación, dando clases sin calidad, etc. Los payasos
de este gran circo disputan entre sí para ver quién engaña mejor a la platea
(el pueblo brasileño).
La tentativa de controlar ese desarticulado monstro produce
esclerótica burocracia, que impide su funcionamiento y crea un estado
permanente de carencia de recursos y de decadencia material. De esa forma, la
red del sistema escolar, frecuentemente depredada por grupos de delincuentes,
vive en constante estado de deterioración y sin funcionamiento de sus
instalaciones fundamentales (baños, bebederos, etc.). La simple constitución
del cuerpo docente transformase en proceso algébrico que las computadoras no
consiguen resolver debido a la permanente transferencia de los funcionarios, en
constantes bandadas migratorias, transferencias, jubilaciones, enfermedades,
etc. Se realiza el año lectivo con el elenco de disciplinas incompleto,
resolviéndose esa irregularidad a través de la química de los registros
escolares, con datos (frecuencia, notas, exámenes, etc.) fraudulentos (los
registros, tanto escolares como burocráticos y contables son fraudados, de
acuerdo con las necesidades de la administración o bajo la presión de la
corrupción). El perjuicio causado a los alumnos (ausencia de ciertas
disciplinas del currículo, por ejemplo) no se lleva en cuenta, no se aceptan
reclamaciones por parte de las familias. En la escuela pública, la clientela, o
sea, el pueblo, no puede interferir, ¡porque el funcionario público brasileño
no tiene conciencia de que su sueldo proviene de los impuestos pagados por los
ciudadanos! Por otro lado, el pueblo no tiene conciencia de que la «escuela
pública» es su propiedad (impuestos) actuando como si recibiese un beneficio
del gobierno (ver las influencias para obtener la matrícula: nunca una familia
interpeló judicialmente al Poder Público para asegurar la matrícula de sus
hijos). La dirección de la escuela se comporta arrogantemente con la clientela
y los profesores no admiten críticas a su precaria actividad…
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