El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

viernes, 20 de enero de 2012

SÓLO SE AMA LO QUE SE CONOCE


 (“Piaget para Principiantes” - Summus Editorial - 3a Edición - 1980)
Conocer es, simplemente, asimilar el objeto personal

1. Básicamente, la afectividad es el interés por una persona, cosa o animal; es lo que se llama “querer bien a...”. Todo interés - como toda conducta - tiene dos aspectos fundamentales: a) el aspecto intelectual, que consiste en “conocer” el “objeto” y b) el aspecto afectivo, que consiste en el “grado” (tonicidad) de interés (una persona o cosa puede representar “más interés” que otra; en ese caso, se dice que hay más afectividad por la persona que representa mayor interés).
 El interés (inter + es) por una persona o cosa revela que esta persona o cosa satisface una necesidad de la persona que se interesa por ella. Si la necesidad es fundamental o importante para el individuo, se percibe que el “interés” es mayor; en este caso, se dice que hay mayor afectividad por la persona o cosa (amor). Lo que no satisface ninguna necesidad del organismo (de la mente, del psiquismo) no tiene “interés” para el individuo (es por eso que Piaget dice que el “grado de interés” (motivación) revela la intensidad de la necesidad. Quien quiere ser amado procura provocar el interés del otro y para provocar el “interés” es necesario que le sea necesario de alguna forma.

2. Para que se establezca afectividad entre dos personas por ejemplo, es necesario que el grado de interés suscitado sea de tal nivel que sustente el proceso de “conocer” esta persona. El grado de interés, entonces, puede ser tan pequeño que la relación afectiva no se establezca por mucho tiempo. En este caso el proceso de conocer tampoco se establece. Para que se pueda conocer, es preciso que el objeto nos interese, o sea, es necesario que el objeto corresponda a una necesidad. Cuando el objeto no tiene nada más para ser investigado (conocido), cesa el interés y disminuye el grado de afectividad. Significa que el organismo no tiene más “necesidad” de este objeto (un objeto difícil de conocer, o lleva a la no estimulación o prolonga el interés).

3. A medida que el conocimiento acaba (a medida que la persona u objeto no presenta más “novedades”, el grado de interés cae, evidentemente; sólo nos interesamos por lo nuevo. Lo que ya conocemos no presenta interés, produciendo saturación o tedio (desinterés). El objeto debe, entonces, ser siempre interesante para que la relación afectiva se conserve (salvo si el objeto pasa a ser “alimento” automático). Las personas muy inteligentes fácilmente se saturan con los objetos ya conocidos, buscando siempre en estos la “novedad”. Por otro lado, las personas inteligentes son siempre objetos “interesantes” (nuevos) para aquellos que conviven con ellas.

4. Pero el contacto entre dos personas, el primer interés es suscitado por “el objeto en sí” (si la relación es entre adultos, el interés surge de la belleza, aspecto físico, lenguaje, estatus, etc.). Si la relación es entre niños y adultos, el interés es suscitado por la capacidad del adulto de “satisfacer” los deseos del niño. La relación de la madre y de la profesora con el niño, en su inicio, es de este último tipo (es una relación altamente egocéntrica por parte del niño). A medida que el niño se desarrolla, su interés se diversifica y ya no la satisface el “objeto en sí”: comienzan a valer, ahora, las modalidades múltiples de relaciones. Es como si la persona jugase ajedrez siempre con el mismo oponente y terminase por conocer todas sus jugadas: el juego perdería el interés. Si el adversario es inteligente, “inventa” siempre nuevas jugadas, manteniendo el interés.

5. Con el pasar del tiempo, ese interés por el “objeto en sí” pierde su intensidad, o sea, tiende a saturarse (cuando el objeto se vuelve totalmente conocido pierde el interés para el conocedor). Por eso es necesario que otro tipo de interés se establezca entre las personas para que la afectividad continúe a existir (si la madre o las profesoras juegan con el niño, dejan de ser un “objeto en sí mismo” para ser una compañera de juegos). Así, si la madre o la profesora mantienen siempre el mismo nivel  de relación, esta relación termina por saturar (salvo si el niño no se desarrolla). En el  caso del ajedrez, probablemente, cada oponete estimula al otro a inventar nuevas jugadas, de modo que el interés mutuo nunca cese.

6. A medida que el niño crece y se va haciendo autónoma (capaz de buscar “placer” en fuentes variadas) la madre y la profesora son poco interesantes como “fuente de placer”. Sus necesidades se van diversificando y subiendo de nivel. Así, la madre y la profesora deben estar atentas a la diversificación del interés de los niños. Si no lo hacen, el niño poco a poco piensa que son bobas. La relación inferior infantiliza al niño, por esta causa los niños, a veces, presentan dos personalidades: una para relacionarse con la madre y otra para relacionarse con los colegas. Muchas veces, los educadores (madre y profesores) tienen dificultad para aumentar el nivel de relación con el niño, cultivando una relación infantilizada.

7. Así, la madre y la profesora deben buscar otro medio que no su propia identidad (objeto en sí mismo) para conservar la afectividad del niño. Como vimos, ser colega del niño en los juegos es una forma de mantener la relación afectiva. Pero, con el tiempo, el niño siente que un adulto no es un colega adecuado para sus intereses lúdicos. Busca, entonces, otros niños para jugar. Así, cuando los niños comienzan a valorar a sus compañeros, en detrimento de la madre y de la profesora, es una señal de gran evolución emocional. No es necesario que la madre suponga que “perdió” el amor del hijo(a): si la relación anterior fue buena, será permanente (aunque de nivel infantil). El nuevo tipo de amor (a medida que el niño se desarrolla) exige relaciones de nivel más alto.

8. ¿Cómo entonces conservar la relación madre-hijo y profesor(a) alumno? La madre y la profesora deben levantar el nivel  de su relación con el niño (es por esta causa que, a medida que el niño crece, comienza a “gustarle” más el papá). ¿Y qué hacer para levantar este nivel? Siendo “fuente de problemas” para el niño (si el niño está interesado en descubrir el mundo, la madre y las profesoras le muestran que están también interesadas). La profesora está capacitada para levantar, progresivamente, el nivel de las relaciones con el alumno (caso contrario, con el tiempo, el alumno no encontrará más interés en la relación). Los niños entre sí lo hacen automáticamente, complicando, progresivamente, el juego (reglas).

9. Como se ve, para mantener interés en una persona, precisamos que ésta sea siempre una fuente de “desequilibración”, o sea, que continúe a ser, de alguna forma, “interesante” (hacer preguntas motivadoras al niño, por ejemplo, atrae su interés para la persona que pregunta).  Muchos padres se preocupan con la explicación de las cosas, cuando la actitud pedagógica saludable sería “complicar” (desequilibrar) la situación para mantener el interés del niño (los profesores son entrenados para proponer situaciones problema para los niños).

10. El amor - como se ve - no es un sentimiento difuso e inexplicable: sólo se ama a la persona que representa para nosotros un “interés” (una persona “interesante”). El amor también es un fenómeno intelectual: es el deseo de conocer a la persona amada. Cuando la persona amada no tienen nada más que merezca ser conocido, el amor comienza a disminuir (como máximo permaneciendo “amada” como un “objeto de sí mismo”, que es un tipo de amor infantil). Las personas que desconocen la psicogenética dicen que este ramo de la psicología no se interesa por la afectividad. Es que la psicogenética explica la afectividad de forma global (evitando una esquizofrenia entre la afectividad y la inteligencia): sólo se ama lo que se conoce, y sólo se conoce aquello que se ama. Amor y conocimiento son dos variables del mismo fenómeno, asimilar el medio (el otro).
 Nótese que para Jean Piaget, “conocer” es simplemente asimilar el objeto (y el objeto puede ser una persona). Conocer es saber usar, es manipular el objeto (la manipulación puede ser motora, verbal o mental, las tres formas como la acción - comportamiento - se presenta). A toda asimilación (incorporación del objeto en la estructura del organismo) corresponde una necesidad y todo que satisface la necesidad se torna “interesante” para el sujeto asimilador. Cuando más intensa es la actividad asimiladora (o sea, el amor provocado por el objeto - personal - que satisface una necesidad) mayor y la necesidad  (ver el ansia con que un individuo hambriento come). Como la afectividad (tono energético de la acción asimiladora) y la inteligencia (estrategias de asimilación del objeto) son aspectos diferentes y concomitantes del mismo acto (asimilación), se puede decir que hay tantos tipos de afectividad como modelos de inteligencia senso-motora, simbólica, operatoria). La relación del sujeto con el objeto (persona amada, persona interesante) es regulada por el grado de satisfacción que el objeto representa para el sujeto asimilador. Con el tiempo, la relación entre sujeto y objeto pierde el tono (demostración de afectividad), o por qué el objeto (persona) ya no satisface necesidades del sujeto, o porque, produciéndose una especie de simbiosis, el objeto (persona) pasa a ser una parte (incorporación) del sujeto (dos personas de edad que se “acostumbraron” a vivir juntas y ya forman una sólo persona). Para que el interés se mantenga es preciso que el objeto (persona) presente algún grado o tipo de resistencia a la asimilación, obligando al asimilador a hacer acomodaciones (adaptaciones). La resistencia aumenta el tono de la asimilación.


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