El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

viernes, 20 de enero de 2012

Todos somos especialistas




     Jean Piaget señala que los niños de la Martinica (Antillas Francesas) siguen, en el curso primario, el mismo programa de los niños de París. Consiguen ser aprobadas. Reciben los certificados de conclusión y… presentan en general un atraso (¡sic!) de cuatro años en el desarrollo de las operaciones mentales, lo que demuestra que la escolaridad consiste apenas en una superposición artificial y superficial, que no solicita los mecanismos fundamentales de las estructuras mentales. La escolaridad, como se ve, no exige, como condición previa, determinados niveles mentales: los programas no tienen en cuenta los niveles operacionales de las explicaciones dadas de forma figurativa (mera memorización y automatización). Tener un determinado certificado o diploma nada significa, por lo tanto, como capacidad de operar las informaciones (las seudo operaciones automatizadas, como por ejemplo, el cálculo, se realizan sin llegar al nivel de la reflexión, no exigiendo “toma de consciencia”.
Las informaciones obtenidas de esta forma desaparecen de la mente si las mismas no son continuamente usadas (refuerzo). El “contenido” puede ser aprendido en bloque, mediante la repetición, sin exigir la utilización de los mecanismos operacionales implícitos (las fórmulas, por ejemplo, son aprendidas así).  Cuando hablamos, de “más contenido” (la nueva moda académica), eso no significa nada: ¡es más información para ser olvidada!
Otra forma de “aprender” es asimilar los mecanismos operacionales implícitos (operadores) en el fenómeno que los legos denominan “contenido” (comprender, por ejemplo, los mecanismos de funcionamiento del péndulo). La comprensión de los procesos operatorios implícitos en los fenómenos físicos (causalidad) se asimila según el nivel de desarrollo mental, por eso no podemos  hablar  en “saber sistematizado”. En el sistema métrico, las operaciones de largura, por ejemplo, corresponden a un nivel mental de 5 ó 6 años; las de peso, a un nivel mental de 8 ó 9 años y las de volumen, a un nivel mental de 11 ó 12 años. Los profesores “enseñan” (memorización) tales contenidos sin tener en cuenta estos niveles operacionales. El aprendiz determina su capacidad de comprensión y de explicación del fenómeno (causalidad).
Durante la escolaridad, según el modelo actual, el niño jamás tiene necesidad de hacer “un esfuerzo operacional” para elaborar soluciones  (combinación de esquemas), limitándose a aplicar automáticamente algoritmos (fórmulas) o a memorizar secuencias  verbales (como en las tablas de multiplicar) en los que la comprensión de la operación no tiene importancia. ¡El niño que recita “de memoria” la tabla es, en general, incapaz de explicar por qué 7 x 8 = 56!  La secuencia verbal automatizada no está vinculada con la operación implícita. Es comprensible que estas secuencias  memorizadas desaparezcan por desuso. Todo hábito que no se “alimenta” (uso) tiende a extinguirse.
Los esfuerzos del profesorado de Martinica son enteramente inútiles: el “contenido”, aprendido de memoria, o los automatismos dominados no les servirán para elevar sus niveles operacionales generales cuando adultas, en la “guerrilla” de los sistemas de producción”. Todos saben que los niños pierden hasta la capacidad de leer cuando la alfabetización no es alimentada de alguna forma (hecho ocurrido en las playas aisladas de Ceará). El aprendizaje memorizado no se generaliza, permaneciendo confinado a situaciones escolares. Los condicionamientos son extremamente especializados. Sólo los procesos operacionales son generalizables e irreversibles, por eso decimos que el objetivo de la escuela, hoy, es estimular la operacionalidad, sin ninguna pretensión de acumular “contenidos” en la mente del niño. Es obvio que no hay operacionalidad sin contenido. Sería operar en el vacío.
Un grupo de profesores de matemática de Río de Janeiro, reunido para una investigación (pedagogía experimental) durante cuatro años, recogió las pruebas con las mejores notas de un grupo de alumnos, aplicándolas nuevamente a los mismos alumnos en los años siguientes. El alumno intentaba responder de nuevo la prueba en la que sacara la nota máxima el año anterior. Los niños que habían sacado nota 8, 9 ó 10 en las pruebas de los primeros años, y que continuaban sacando notas altas en los años siguientes, bajaban drásticamente los resultados obtenidos en las pruebas reaplicadas. El alumno del  cuarto año prácticamente sacaba la nota más baja en la prueba en que había sacado la mejor nota en el primer año. La enseñanza de la matemática, como se ve, sólo había servido para hacer las pruebas del momento. ¡Los conocimientos desaparecían a medida que los alumnos progresaban en los años del ciclo escolar! Estos resultados no sorprenden a ningún educador que conozca lo que ocurre en el sistema escolar. El aprendizaje es fugaz, desapareciendo cuando cesa la coacción (amenaza de exámenes). Y nadie dice nada. ¡Dudamos  que en el curso de formación del magisterio, en la maestría, en el doctorado, estos hechos hayan sido analizados! Todo lo que se “enseña” en la escuela es prácticamente olvidado. Cualquier persona puede constatar este hecho consigo mismo. Cuando veo la ferocidad de la madre-auxiliar, que hizo pedazos la prueba do mi nieto, me pregunto: ¡¿por qué tanta ferocidad en el ejercicio policial de la función, si todo va a ser olvidado?!
En materia de hábitos, de habilidades, de reflejos condicionados, somos todos especialistas. Sólo conservamos en la memoria o como automatismo lo que se vincula con nuestro trabajo, con nuestras preocupaciones, con nuestro hobby: la matemática, la química, la historia, la física que nos enseñaron (y que lindas pruebas copiadas hicimos) desaparecen de nuestra mente. Siendo el hombre un animal creativo, precaria es a su capacidad de memorización y de conservación de hábitos. Por eso la humanidad, en todos los tiempos, ha buscado medios de memorización maquinal (robot actual). Los antiguos veneraban a los ancianos porque se transformaban en los guardianes de las leyendas y de las memorias de la tribu. ¡La muerte de un anciano era como el incendio de la biblioteca de Alexandria!... No había otra forma de preservar la tradición… hasta que la humanidad descubrió la escritura. Ese día, los ancianos perdieron su prestigio. Comenzó el uso de la memoria mecánica (escritura). Desde esos tiempos, la humanidad ha inventado variados medios (hoy electrónicos) de guardar las informaciones: fotos, películas, grabadores, computadoras, satélites, bancos de datos).
   La escuela siempre fue un lugar en que se intentó grabar informaciones en la mente de los niños, comenzando con la recitación (clase expositiva o conferencia). Con los grabadores, se acabó la conferencia (clase expositiva) y la memorización (estudio, memorización). La escuela asumió su verdadero papel: continuar el proceso embriológico del útero, o sea, estimular el desarrollo físico, verbal, mental (educación por la inteligencia). Los datos, están almacenados en bancos de datos. El problema es operacionalizarlos. El objetivo es transformar la cascada salvaje en usina hidroeléctrica, es hacer que el átomo produzca energía, es utilizar la computadora de forma operacional. Para eso sirven las prótesis que el hombre inventó (microscopio y telescopio)
Un ejemplo patético e histórico: el gran momento de la escolaridad era la “alfabetización” (acceso a los conocimientos archivados en las bibliotecas, por este motivo la mística que alrededor de la misma se creó). Pero la escuela tradicional ni siquiera consiguió crear el hábito de la lectura. ¡Una cantidad enorme de alfabetizados, incluso doctores, jamás leen! El  número de libros editados en Brasil, para una población de casi 150 millones, muestra lo que la escuela consiguió en materia de alfabetización. ¡¡¡Lo más trágico es haber vuelto a la oralidad!!! ¡Millones de personas analfabetas ven las novelas en la televisión, que dispensan el arte de leer! Cierta vez le propusimos a la UNESCO una vasta investigación internacional para saber lo que resta en la mente del hombre común, de todo lo que la escuela le enseñó (se podría repetir la experiencia del grupo de matemática, aplicando las mismas pruebas que las personas realizaron en la escuela en la que estudiaron). Después, en una asamblea internacional, se decidiría si vale la pena invertir tanto en educación. Un curso de formación de profesores (de los preparatorios al doctorado) debería comenzar, siempre, con una un conjunto de pruebas en uso en el sistema escolar, para verificar lo que los candidatos al magisterio guardan de los largos años de escolaridad. El resultado es previsible: más de 90% de los programas tendrán que ser olvidados. Esa constatación será el escenario de la formación del profesor: si 90% de los programas serán olvidados, ¿para qué sirve el esfuerzo de los profesores y de los alumnos durante años y años? ¿Cuál debe ser el currículo escolar? ¿Qué “contenidos” enseñar? ¿Por qué nos olvidamos de casi todo? Los universitarios saben que casi todo lo que aprendieron para el examen de admisión para la facultad desaparece después del examen (permanecen apenas fragmentos desarticulados, sin ninguna utilidad). Los estudios durante las noches anteriores a la prueba forman conocimientos que duran apenas un momento. Y así es la vida escolar: “aprende, olvida”… hasta el día en que el diploma termina el proceso, consagrando al portador de un conocimiento que ya no posee.
Todos sabemos que la actividad práctica es la que “forma”, verdaderamente, a los profesionales. Si tuviéramos en cuenta la pérdida de más de 90% de la enseñanza, cambiaríamos totalmente los programas y las prácticas escolares; ¿Qué permanece de esta actividad? Las operaciones mentales que el propio aprendiz construye y que son irreversibles. Esa es la finalidad de la escuela: provocar la construcción de las operaciones mentales (para eso sirven los “contenidos”. No nos preocupemos con informaciones y habilidades. Los medios de comunicación de masa están saturando el medio sociocultural con información, y los robots están asumiendo las habilidades. Hoy, se discute la validez de la profesionalización frente  a los turbulentos cambios tecnológicos, porque la profesionalización puede llevar a un camino sin salida (extinción de las profesiones). La naturaleza del ser humano es la polivalencia de sus capacidades, su poder creativo y su tendencia a los cambios. Los animales (instinto) son especialistas. El hombre no tiene instintos. Un hombre inteligente puede ejercer cualquier función, porque es propio de la inteligencia resolver problemas.
Hoy, como ayer, el sistema escolar está fracasando en el intento sin gloria de “fijar” informaciones en la mente de los niños y entrenarlos en ciertas habilidades. Solamente una cosa es fundamental: usar la inteligencia. La preocupación de la escuela tradicional de crear hábitos, de memorizar, de transmitir un “saber sistematizado” es una traición a la naturaleza del hombre.

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