Lauro de Oliveira
Lima Editora Brasiliense. Primeiros Voos
Nº 9 /1982
PROFESOR – PROFESIONAL
DEL QUE NO SE SOSPECHA...
Segunda parte
En
la raíz de la palabra educación está el
étimo dux, ducis, que en latín
significa conductor, general, emperador, por esta causa los franceses denominaron
al magisterio de mandarinato (no debemos
olvidar que educere en latín
significa, también, sacar la espada). El término maestro vinculado a dominus =
dueño de la casa) deriva de magis (más)
indicando al especialista, maestro de obras, contramaestre (maître penseur) que conduce, en la obra,
a los que no tienen pericia. La palabra profesor (del latín profieri, ir adelante gritando, tener una
profesión) nos recuerda el procedimiento de los vaqueros que conducen la manada
cantando (esta tonada es una especie de melopeya sin palabras, parecida con el
canto llano, cuya función es acelerar al ganado a través de las veredas del
agreste). Lente, (lector, en latín) era, en al Edad Media el
individuo que leía para los alumnos analfabetos (no habiendo libros, no había
interés en aprender a leer) los pergaminos y los papiros, permanecían religiosamente
guardados en la biblioteca de la universidad. El lente memorizaba el texto, y lo recitaba de memoria, práctica que llegó
hasta nuestros días y que parece mucho más “brillante” que las que usan aún la
sebosa, hoy transformada (sic) en “ficha de consulta” o en retroproyector... El
profesorado no descubrió el poder multiplicador de la imprenta y sus derivados
(mimeógrafo, grabador, Xerox, etc.) continuando a exponer, oralmente, lecciones
como lo hacían sus compañeros medievales que solo disponían de la recitación. Así los alumnos no llegan ni
siquiera a aprender a leer... Instructor
(instruere), era entre los romanos,
aquel que organizaba el ejército para la batalla, motivo este, tal vez, por el
que se reservó el término para los profesores de educación física y para los profesores
de oficio. El término más común, actualmente, para el proceso pedagógico es ENSEÑANZA, habiéndose abandonado la
expresión EDUCACIÓN. Enseñar (del latín, in signum) significa “dar o colocar una señal”, cuñar o señalar
algo, acto parecido, groseramente, con la actividad de los ganaderos que marcan
con hierro en braza sus animales. La diferencia entre la “señalización” (marcación)
del ganado y la “enseñanza” (educación del niño) es que, en vez de hierro en
braza, los profesores marcan a los educandos con medallas, notas y diplomas... Es
que la educación dejó de ser “creación” para ser “diplomación”. El diploma es,
precisamente, el documento que “señala” (da un privilegio) novedad histórica
que solo aparece en el sistema escolar cuando se hace más nítida la división de
la sociedad en clases (el diploma funciona como una “señal” – enseñanza - de
“nobleza”). Pero solo las autoridades tradicionales pueden dar diploma (privilegios),
así surge la expresión catedrático,
aquel que se sienta en la silla (cátedra) como emperador. Ya no se trata de
conducir a la tropa (educere), porque
la guerra terminó sino de la distribución de benefitia (privilegio) hecha por el señor feudal, según sus
caprichos (y cómo son caprichosos los profesores, cada uno con sus idiosincrasias).
¡Cómo se ponen petulantes y enfadados cuando están seguros de su poder! Parecen
el emperador, en el circo, decidiendo con el pulgar para bajo quién debe morir...
Aprender (aptendere) es “agarrar en
el aire” algo que fue tirado, como se hace cuando se alimentan los canes: se tira
un pedazo de carne para que el animal lo agarre. El profesor tira, también, la
“enseñanza” al aire, y el alumno que “aprenda” si quiere y cómo pueda... Ninguna
semejanza con la madre que le enseña a caminar al niño o con el maestro que le enseña
el oficio al aprendiz: los exámenes garantizarán la eficiencia del
conferencista...
A través de todos
los tiempos y en todos los lugares, el profesor fue siempre un tirano que,
incluso, podía punir físicamente a sus discípulos, o sea, aquellos que están siendo
disciplinados (en latín, disciplina
significa tanto ordenación como la “materia” que se enseña). Si le preguntamos
a los profesores qué es lo que más esperan de sus alumnos, responderán al
unísono: respeto (y respeto, en latín,
significa mirar para atrás, demostrando miedo) cuando se esperaría que prefiriesen
ser amados por los alumnos. La suprema ofensa de los alumnos a los profesores es
no respetarlos, o sea perder el temor por ellos y pasar a tratarlos como aliados.
La virtud que más se caracteriza es la autoridad,
acto de poseer algo o a alguien. La hipótesis sería que se estableciese un cordón
umbilical entre el alumno y el profesor (alumno
significa, en latín, aquel que es alimentado). Pero ¿cómo amamantar a un ser
que nos teme?
Más que conocer la
materia, el profesor exige del alumno buen comportamiento
(bien comportado no es solo aquel que transporta cosas con cuidado, sino también
aquel que está “parado en el puerto” o “por detrás de las puertas” notándose
que, modernamente, la palabra compuerta
(misma raíz) significa inmensas placas de hierro que impiden el flujo de las aguas
de una represa.)
Todos los dictadores toman, invariablemente, cuidado con
la “educación” de los jóvenes (medio de perpetuar su dictadura) introduciendo en
el curriculum, siempre, esta
disciplina denominada “moral y civismo” especie de RDE (reglamento disciplinar
del ejército) para las nuevas generaciones. La rebeldía es la suprema falta
para los tiranos, y el buen “comportamiento”, el objetivo final de la educación,
motivo por el cual debe ser conducida por un capataz. El profesor fue siempre un jefecito o cacique con el
agravante de ejercer su poder sobre los niños, lo que se semeja
caricaturalmente a la autoridad del EUNUCO sobre las odaliscas del harén del
sultán. Muchos profesores actúan como condottiere
o führers frustrados (como los
síndicos de los edificios de apartamentos) que ejercen su vocación en situación
de “fantasía”. En vano algunos educadores propusieron, hace mucho tiempo, la
adopción del self-government, de la república
escolar o gobierno autónomo como método de disciplina: estos mandarines jamás
abdicarían de su reinado de Gulliver en el país de los enanos...
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