El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

domingo, 13 de octubre de 2013

PROFESOR – PROFESIONAL DEL QUE NO SE SOSPECHA... (2)

Libro: PEDAGOGÍA: REPRODUCCIÓN O TRANSFORMACIÓN
Lauro de Oliveira Lima Editora Brasiliense. Primeiros Voos Nº 9 /1982
PROFESOR – PROFESIONAL DEL QUE NO SE SOSPECHA...
Segunda parte
            En la raíz de la palabra educación está el étimo dux, ducis, que en latín significa conductor, general, emperador, por esta causa los franceses denominaron al magisterio de mandarinato (no debemos olvidar que educere en latín significa, también, sacar la espada). El término maestro vinculado a dominus = dueño de la casa) deriva de magis (más) indicando al especialista, maestro de obras, contramaestre (maître penseur) que conduce, en la obra, a los que no tienen pericia. La palabra profesor (del latín profieri, ir adelante gritando, tener una profesión) nos recuerda el procedimiento de los vaqueros que conducen la manada cantando (esta tonada es una especie de melopeya sin palabras, parecida con el canto llano, cuya función es acelerar al ganado a través de las veredas del agreste). Lente, (lector, en latín) era, en al Edad Media el individuo que leía para los alumnos analfabetos (no habiendo libros, no había interés en aprender a leer) los pergaminos y los papiros, permanecían religiosamente guardados en la biblioteca de la universidad. El lente memorizaba el texto, y lo recitaba de memoria, práctica que llegó hasta nuestros días y que parece mucho más “brillante” que las que usan aún la sebosa, hoy transformada (sic) en “ficha de consulta” o en retroproyector... El profesorado no descubrió el poder multiplicador de la imprenta y sus derivados (mimeógrafo, grabador, Xerox, etc.) continuando a exponer, oralmente, lecciones como lo hacían sus compañeros medievales que solo disponían de la recitación. Así los alumnos no llegan ni siquiera a aprender a leer... Instructor (instruere), era entre los romanos, aquel que organizaba el ejército para la batalla, motivo este, tal vez, por el que se reservó el término para los profesores de educación física y para los profesores de oficio. El término más común, actualmente, para el proceso pedagógico es ENSEÑANZA, habiéndose abandonado la expresión EDUCACIÓN. Enseñar (del latín, in signum) significa “dar o colocar una señal”, cuñar o señalar algo, acto parecido, groseramente, con la actividad de los ganaderos que marcan con hierro en braza sus animales. La diferencia entre la “señalización” (marcación) del ganado y la “enseñanza” (educación del niño) es que, en vez de hierro en braza, los profesores marcan a los educandos con medallas, notas y diplomas... Es que la educación dejó de ser “creación” para ser “diplomación”. El diploma es, precisamente, el documento que “señala” (da un privilegio) novedad histórica que solo aparece en el sistema escolar cuando se hace más nítida la división de la sociedad en clases (el diploma funciona como una “señal” – enseñanza - de “nobleza”). Pero solo las autoridades tradicionales pueden dar diploma (privilegios), así surge la expresión catedrático, aquel que se sienta en la silla (cátedra) como emperador. Ya no se trata de conducir a la tropa (educere), porque la guerra terminó sino de la distribución de benefitia (privilegio) hecha por el señor feudal, según sus caprichos (y cómo son caprichosos los profesores, cada uno con sus idiosincrasias). ¡Cómo se ponen petulantes y enfadados cuando están seguros de su poder! Parecen el emperador, en el circo, decidiendo con el pulgar para bajo quién debe morir... Aprender (aptendere) es “agarrar en el aire” algo que fue tirado, como se hace cuando se alimentan los canes: se tira un pedazo de carne para que el animal lo agarre. El profesor tira, también, la “enseñanza” al aire, y el alumno que “aprenda” si quiere y cómo pueda... Ninguna semejanza con la madre que le enseña a caminar al niño o con el maestro que le enseña el oficio al aprendiz: los exámenes garantizarán la eficiencia del conferencista...
A través de todos los tiempos y en todos los lugares, el profesor fue siempre un tirano que, incluso, podía punir físicamente a sus discípulos, o sea, aquellos que están siendo disciplinados (en latín, disciplina significa tanto ordenación como la “materia” que se enseña). Si le preguntamos a los profesores qué es lo que más esperan de sus alumnos, responderán al unísono: respeto (y respeto, en latín, significa mirar para atrás, demostrando miedo) cuando se esperaría que prefiriesen ser amados por los alumnos. La suprema ofensa de los alumnos a los profesores es no respetarlos, o sea perder el temor por ellos y pasar a tratarlos como aliados. La virtud que más se caracteriza es la autoridad, acto de poseer algo o a alguien. La hipótesis sería que se estableciese un cordón umbilical entre el alumno y el profesor (alumno significa, en latín, aquel que es alimentado). Pero ¿cómo amamantar a un ser que nos teme?
Más que conocer la materia, el profesor exige del alumno buen comportamiento (bien comportado no es solo aquel que transporta cosas con cuidado, sino también aquel que está “parado en el puerto” o “por detrás de las puertas” notándose que, modernamente, la palabra compuerta (misma raíz) significa inmensas placas de hierro que impiden el flujo de las aguas de una represa.)
Todos los dictadores toman, invariablemente, cuidado con la “educación” de los jóvenes (medio de perpetuar su dictadura) introduciendo en el curriculum, siempre, esta disciplina denominada “moral y civismo” especie de RDE (reglamento disciplinar del ejército) para las nuevas generaciones. La rebeldía es la suprema falta para los tiranos, y el buen “comportamiento”, el objetivo final de la educación, motivo por el cual debe ser conducida por un capataz. El profesor fue siempre un jefecito o cacique con el agravante de ejercer su poder sobre los niños, lo que se semeja caricaturalmente a la autoridad del EUNUCO sobre las odaliscas del harén del sultán. Muchos profesores actúan como condottiere o führers frustrados (como los síndicos de los edificios de apartamentos) que ejercen su vocación en situación de “fantasía”. En vano algunos educadores propusieron, hace mucho tiempo, la adopción del self-government, de la república escolar o gobierno autónomo como método de disciplina: estos mandarines jamás abdicarían de su reinado de Gulliver en el país de los enanos...


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