El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

domingo, 13 de octubre de 2013

PROFESOR – PROFESIONAL DEL QUE NO SE SOSPECHA… (1)

Libro: PEDAGOGÍA: REPRODUCCIÓN O TRANSFORMACIÓN
Lauro de Oliveira Lima Editora Brasiliense. Primeiros Voos Nº 9 /1982
PROFESOR – PROFESIONAL DEL QUE NO SE SOSPECHA…
            Si en un hospital los enfermos comienzan a morir sistemáticamente, la primera sospecha es que los médicos son incompetentes. Si el edificio amenaza desmoronarse o los barrancos al lado de una carretera deslizan, todos piensan que el ingeniero que los construyó es el responsable. Si las zafras anuales no alcanzan el nivel de rendimiento previsto, probablemente los agrónomos no ejercieron bien sus funciones. Si la empresa pide falencia, se debe a que tiene un mal administrador. Pero si los alumnos no aprenden... ¡si son reprobados en gran cantidad, es porque el profesor es riguroso! ... En síntesis, el profesor es el único profesional del que no se sospecha. Según afirman los manuales tradicionales de pedagogía, la función del profesor sería enseñar, y “si el aprendiz no aprendió el profesor no enseñó” – dice un slogan de TWI, método de enseñanza creado durante la última guerra por los estadunidenses para apresar el entrenamiento del personal destinado a las industrias. Debemos parar con esta manía de atribuir todo el fracaso escolar a los alumnos. Los genitores, por ejemplo, más honestos que los profesores, crearon una ESCUELA DE PADRES, en la cual intentan descubrir sus propios defectos y fallas.
            Necesitamos inventar un sistema de evaluación de la competencia y de la personalidad del profesor, sobre todo considerando que para esta profesión, dejando de lado las excepciones de praxis, se matriculan los que no tienen competencia o coraje para enfrentar el vestibular de las “grandes escuelas”, como medicina e ingeniería. En los cursos superiores de matemática, física y de biología, invariablemente optan por el magisterio los peores alumnos, como si las escuelas fuesen la lata de basura profesional. Sabemos que los profesionales que fracasan en sus propias profesiones, vienen, casi siempre, a refugiarse en el magisterio. Los bajos sueldos que reciben los profesores alejan de esta carrera a las inteligencias más brillantes. Todas estas causas que se agregan al desprestigio histórico de la función (en Alemania, por ejemplo, los mutilados de guerra eran nombrados profesores, sin indagarse sobre su formación), reducen al magisterio a la verdadera chatarra profesional, de donde emergen, aquí y allí, pero raramente, como la flor de los pantanos, verdaderas “vocaciones” de educadores.
            Existe una constelación de especialistas (orientador, instructor, repetidor, ortofrenista, logopedistas, neuropsicólogo, psicopedagogo, etc.) cuya función es recuperar a los alumnos que no consiguen aprender. Las facultades de psicología expelen, anualmente, un verdadero ejército de especialistas en psicología clínica (psicoterapia) cuya clientela serán los “mutilados” del sistema escolar, y nadie sospecha quiénes serían los responsables por esta “masacre”. Ninguna empresa, institución, industria, hospital trabajaría con la cuota de fracaso del sistema escolar (evasión y reprobación), hecho antiguo que no sensibiliza a los profesores y administradores responsables por este fracaso catastrófico. Es inmensa la literatura sobre niños que no obtienen buenos resultados en las escuelas, y en torno de ellas hay un gran número de especialistas cuyo éxito profesional depende del fracaso escolar. Si el sistema escolar, de repente, fuese eficiente en la aprobación y la evasión, millares de especialistas perderían el empleo y los cuadros administrativos colapsarían por exceso de matrícula. No existe, con todo, un único libro sobre la “incompetencia de los profesores” ni sobre la ausencia de diagnóstico referente a profesores narcisistas, sádicos, ignorantes, blasés, irritados, inmaduros, neuróticos, etc., presencia amenazadora cuya hipótesis debería verificarse, aunque no fuesen sintomáticas las condiciones de reclutamiento del magisterio. Hay profesores que ni siquiera aprenden a hablar en público, a pesar de precisar pasar toda la vida discursando... Quien da cursos de reciclaje sabe cómo el magisterio está repleto de individuos inmaduros, con grave problema personal, incapaces de enfrentar situaciones de tensión y de transmitir a los jóvenes un modelo de personalidad resuelta, no teniendo la mínima condición de motivar a sus alumnos para una actividad productiva. Los niños y los jóvenes, como los canes, rápidamente perciben que el profesor es más inseguro que él mismo y que nada podrán obtener en materia de orientación vital (Lebensplan). Jamás podrían por lo tanto, adoptar procesos didácticos, como la “dinámica de grupo” en que emergen todos los problemas enterrados por la represión familiar, escolar y cultural (la metodología adoptada no está basada en posiciones teóricas o en el reconocimiento de la superioridad técnica de determinados procesos pedagógicos, sino en problemas de inseguridad personal). Probablemente, gran parte del fracaso escolar sea culpa exclusiva de los profesores y de la inmensa máquina burocrática en que está encastillado (del bedel o inspector de clase al Ministro de Educación).
Solo teóricamente el objetivo del profesor es enseñar. La mayoría de los profesores se comporta como carceleros o guardas que vigilan el trabajo forzado de los presidios. No tienen la mínima preocupación sobre se hay, de hecho, aprendizaje, seguros de que disponen de las pruebas y exámenes para forzar a los alumnos recalcitrantes a estudiar (el parco aprendizaje que aparece nunca ocurre en clase, sino en las vísperas de los exámenes, por tanto como efecto de la coacción). Dedica gran parte de su tiempo a la disciplina, como ocurre en el ejército.



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