El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

viernes, 20 de enero de 2012

Gulliver en la playa de Lilliput


            Cada generación – siendo una nueva etapa evolutiva de la humanidad – debe ser estimulada a construir nuevas reglas, liberándose de las antiguas: sólo las arañas repiten, milenio a milenio, la misma regla (tela) para vivir...El futuro pertenece a los jóvenes.

            Tomemos aquel individuo que va pasando por la calle. Parece un hombre sólo. Forma parte de la multitud. Se percibe que no tienen afinidades con la misma. Se junta al aglomerado que mira en lo alto el satélite americano, pero después sigue su camino, sin dejar marcas en los compañeros que permanecen contemplando el cielo. Nada más solitario que un hombre que camina sólo...
             Están engañados. Nos aproximamos. Es el simple eslabón de donde parten y de donde terminan innumerables cadenas: está atado por la familia, por los hermanos, por los parientes. Muchas de sus acciones son para probar al padre que no es el vagabundo que él lo juzga. Admira al tío y quiere imitarlo. Ya tienen esposa e hijos que limitan y orientan su conducta. Mantiene el empleo (que no le gusta) debido a sus responsabilidades familiares. Odia a su jefe, inconscientemente, y envidia al compañero que progresa sin esfuerzo. Usa el emblema del club para sentirse socio de otros, para no estar tan sólo. El talle de su ropa no le permite usar el modelo francés que garantizaba el aumento de ‘’personalidad’’ a quien lo usase. Frecuenta el grupo de amigos de la escuela e intenta satisfacer a los que les preguntan cómo está. Parece Gulliver atado en la playa de Lilliput por millares de cuerdas invisibles...
             Si hiciera el mapa de los ‘’vínculos’’, que lo unen al próximo, vería cuanta dependencia existe en su pretendida libertad. La sociedad con todos sus grupos pesa sobre sus hombros, impidiendo que sea lo que desea, realmente, en el fondo de su corazón. Fue llevado por la vida como la cáscara de nuez por la corriente... Un día resuelve hacer una excursión sólo para ver si se liberta del constreñimiento de los otros. Pero, lleva consigo su ‘’pecera’’: el grupo está ahora en su interior. 
               Le dijeron, desde niño, que estaba sólo. Que podía hacer lo que quisiera. Pero, percibe ahora que para dar un paso tiene que primero remover montañas. Tiene que convertir a medio mundo para poder expresar una idea sin ser linchado por la multitud enfurecida.
             Y no fue entrenado para vivir así dependiente. Para vivir en grupo. Toda su educación se basó en sus fuerzas individuales. En su ‘’voluntad poderosa’’. En su autodeterminación. Siente el grupo no como liberación, sino como pesada carga que lo aplasta y le toma la libertad. La culpa fue de los padres y de los educadores que lo prepararon para el individualismo, para no reconocer un hecho básico de la naturaleza humana: el hombre es un animal social. Precisa del grupo para realizarse, como precisa de oxígeno para no morir asfixiado. Por eso se solicita la organización de la vida escolar con base a clubs, a asociaciones, a equipos de estudio, a la discusión en grupo. La clase no es un aglomerado heterogéneo de adolescentes, cuyo punto de convergencia único e inapelable es el profesor. La clase tiene (lo quiera o no el educador) su vida grupal. En vez de luchar contra eso, se debe aprovechar la organización natural determinada por la vida y trabajar con ella. El profesor no es el rey, sino el orientador que camina, de grupo en grupo, procurando ayudar y dinamizar la actividad naciente y espontánea. Cada alumno es un eslabón de una compleja corriente de relaciones. 
        El aprendizaje fundamental es aprender a influenciar al grupo y a no ser, apenas, una víctima de la presión social: aprender a ser autónomo junto a los otros. Aprender a establecer reglas de convivencia. 
        En una escuela así, aprendería el joven a ser hermano de todos y participante de grupos: los vínculos que los aproximan de las otras personas no le parecerían cadenas, sino canales por donde pasan, de uno para el otro, el amor con el que se construye la felicidad. En vez de contorcerse en furia para quebrar las amarras, vería en ellas su complemento natural y la fuente de su enriquecimiento espiritual. El cristianismo tiene en el amor al prójimo su gran mandamiento: mandatum novum do vobis. Pero – aún en las escuelas cristianas – se cultiva el individualismo y la competición desenfrenada, construyendo una pedagogía de acuerdo con el modelo capitalista de ‘’libre competición’’ y de la superación del adversario. De nada vale la ‘’pedagogía del amor’’ a la que se refieren los tratados, si la estructura escolar se basa en la competición. El amor exige también aprendizaje. No son las exhortaciones que llevan al hombre a la solidaridad. Es en la íntima convivencia del grupo que se descubre al ‘’prójimo’’. Educarse no es aprender a obedecer las reglas prefabricadas: educarse es aprender a hacer reglas cooperativamente.

“Conflitos no Lar e na Escola – Teoria e prática da dinâmica de grupo segundo Piaget”.
Editora: ZAHAR 

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