El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

viernes, 20 de enero de 2012

LA LUCHA SIN GLORIA CONTRA EL ROBOT



Lauro de Oliveira Lima
“Para que servem as escolas?”
Vozes - 1995
Capítulo 16


El día en que el hombre descubrió las palancas, no paró más de construir máquinas y de adoptar prótesis; el burro primitivo que lo transportaba por las veredas del matorral se transformó en avión supersónico. ¡Colocó el microscopio y el telescopio en el ojo… y descubrió mundos jamás sospechados! En todos los sectores y en todas las actividades, a lo largo de los siglos, el hombre fue armándose de instrumentos, aparatos y técnicas. En la compleja y cerebral arte de calcular, los dedos de las manos y de los pies (base diez) y las piedritas (calculus) cargadas en el bolsillo, se transformaron, primero, en ábaco (aún en uso en la civilización japonesa), después, en la máquina de calcular y, finalmente, en la computadora.
El sistema escolar lucha, no obstante, ferozmente para sobrevivir a la tecnología, La innovación tecnológica penetra en las empresas, en los hogares, en las bibliotecas, en las industrias. ¡Sólo no consigue penetrar en las escuelas! Es patética la lucha del profesor de matemática contra la máquina de calcular existente en el bolsillo de todo feriante y en la mano de los niños. ¡¡¡El profesor de matemática continua a prohibir el uso  de la máquina!!! Es obvio: la máquina de calcular hace, en fracciones de segundos, los cálculos que lleva semanas para enseñar a los niños. No se pretende confundir el razonamiento matemático (las operaciones mentales) con el mecanismo estéril y automatizado de los cálculos (“los inútiles cálculos”, como dice un gran matemático conterráneo). El cálculo se reduce, casi siempre, a un algoritmo (fórmula) automatizado de forma verbal, que puede ser recitado sin la mínima comprensión de la operación implícita en él (podría ser recitado en una lengua cuyo recitador desconoce). Surge, ahora, la máquina de corregir ortografía, única tarea a la que se dedica, durante los últimos siglos, el profesor de vernáculo. El profesor de vernáculo, al “corregir” (sic) la redacción (redacción no se corrige; expresa el nivel verbal de las operaciones mentales del autor), se limita a señalar los “errores” ortográficos (la ortografía es una convención sociocultural que se impone por decreto gubernamental).
Las antiguas habilidades, como se ve, se sustituyen por procesos maquinales realizados por robots. El hombre moderno vive apretando botones hasta para abrir puertas. Hace algún tiempo, Carl Sagan dio origen a un magnífico curso de astronomía (última palabra en la investigación científica) exhibido en la televisión (BBC), curso que puede ser adquirido en vídeo y llevado para casa. En 1989, Gailbraith dio un curso (La Era de la Incerteza) en la televisión, vía satélite. Las películas de Cousteau revelan los más inalcanzables secretos de los mares, de la biología, de regiones inaccesibles. Después, podemos comprar “medio kilo de química” en el supermercado y llevarlo para casa  para jugar en los momentos libres. Un disquete de computadora grabó toda la Enciclopedia Británica. El satélite pone, dentro de su casa, un fabuloso banco de datos internacionalmente conectado. Si quisiera una biblioteca de clásicos, puede comprarla en el kiosco. Una colección de libros de bolsillo le da, a bajo costo, la literatura universal. ¿Para qué sirve, entonces, la clase recitada en la escuela para cerca de veinte o treinta alumnos, en una sala apretada? La clase tradicional (lección) se asemeja a un fósil, delante de la magnífica riqueza de un vídeo producido con la colaboración de los más acatados especialistas de la disciplina, ilustrado con los más refinados recursos audiovisuales (ver colección de cintas que acompañan a la Enciclopedia Británica). En cualquier momento, el gobierno descubrirá que puede dispensar a los profesores y sustituir sus clases recitadas por un estante de vídeos grabados por las mayores sumidades del mundo científico actual (por ese proceso se puede recibir clases del propio Einstein). ¿Será posible que el magisterio no perciba que acabó la “clase expositiva”? ¿No percibe que hoy, el profesor tradicional es un anacronismo? ¿Qué los medios de comunicación de masa pueden proporcionar millones de informaciones, indefinidamente repetidas ad nauseam y del más alto nivel?
“Ah, pero nada sustituye el contacto directo del profesor con el alumno…”, alegan los profesores. Gran mentira, porque ya no hay diálogo entre los participantes de la pareja pedagógica (profesor x alumno). El profesor actual corre de una escuela para otra, sin fijarse en un determinado grupo de aprendices, que reciben clases de una decena de especialistas. Y aunque lo hubiera, nada sustituye la riqueza y el estándar del mensaje audiovisual. Los grabadores y las computadoras son irreversibles, dispensando intentos frustrados de machacar informaciones en la mente (guardamos de memoria apenas los datos indispensables para nuestras actividades fundamentales: especialidad). La escuela siempre tuvo como base “enseñar a leer”. Con el descubrimiento de la escritura, los conocimientos comenzaron a ser archivados en las bibliotecas. La escritura es el descubrimiento fundamental de la humanidad, que permitió conservar y transmitir la experiencia humana más allá del tiempo y del espacio. La transmisión oral debía haberse extinguido con el surgimiento del libro. Entre tanto, el discurso continuó a predominar en la escuela, anacronismo que jamás abandonó el sistema escolar. Ahora tenemos los recursos electrónicos para hacer más rápidamente la manipulación de informaciones, pero, como en la Edad Media, ¡el profesor continua a “dar clase”! ¿Qué extraño vicio es ese que resiste a todas las invenciones tecnológicas? Cuando el profesor critica esos modernos recursos técnicos, de hecho critica su propio  comportamiento, porque la televisión apenas amplia, indefinidamente, su propia metodología (clase expositiva). La televisión no es nada más que un “superorador” vía satélite, orquestado por fantásticos recursos audiovisuales; no hay diferencia intrínseca entre o profesor recitador y el speaker de la televisión. Los laboratorios de lenguas, por ejemplo, descubrieron que no tiene sentido o utilidad que el profesor permanezca exhaustivamente repitiendo frases para que los alumnos lo tomen como modelo. Pasaron la tarea a los grabadores que, incluso, comparan la “performance” del alumno con el modelo (feedback). ¿Por qué una clase de historia no se presenta en forma de película, con la ventaja de la dramatización?
Es evidente que los medios audiovisuales, usando la oralidad del sistema escolar, acrecientan apenas datos figurativos, no pudiendo promover la operacionalización. Es aquí que se coloca el problema: ¿transmitir lo figurativo o promover lo operativo? Es la radicalización de lo figurativo, a través de los medios audiovisuales, que demostrará la tradicional falta de operacionalización del sistema escolar. Los vídeos (audiovisuales) muestran que la “clase expositiva”, aunque sea acompañada de visualización (recursos descriptivos), es insuficiente para promover actividades operativas, limitándose a la representación mental (pensamiento simbólico).
La televisión educativa - radicalizando lo figurativo audiovisual - revela el talón de Aquiles del proceso escolar tradicional: un proceso de mera memorización y automatización. Por primera vez, vamos a destacar en la clase: a) la presentación de los datos (información - figurativo) y b) la operacionalización (problemas - actividades inteligentes). La primera parte puede hacerse con los satélites y los vídeos. La segunda, sólo con la actividad real del alumno (dinámica de grupo). La rutina escolar ha sido, durante siglos seguidos, desarrollada a través de la oralidad, modernizada ahora con la visualización - ambos procesos figurativos. La actividad figurativa (cine, televisión) no provoca necesariamente el razonamiento (operatividad), dejando apenas registros mnemotécnicos y reflejos condicionados.
El problema pedagógico (fue Piaget quien descubrió eso) consiste en la actividad lógico-matemática de la mente. Y así surge un nuevo tipo de profesor, parecido con el técnico del equipo de fútbol: estimula pero no juega. Es esta distinción elementar que los educadores aún no perciben, cuando confrontados con los robots. Los medios figurativos (simbólicos) se transforman en verdaderas marés invadiendo todos los sectores, eliminando al conferencista tradicional. En esta avalancha quedó nítida la insuficiencia de estos procesos, mostrando el aspecto operativo (organizacional) del aprendizaje, principalmente el aspecto que denominamos “actividad inteligente”. Llegó el momento de la “Educación por la Inteligencia” (la escuela que tiene por finalidad operacionalizar los datos proporcionados por los instrumentos audiovisuales). Es este “salto cualitativo” que el profesorado y los administradores insisten en no dar, porque, en una “escuela de la inteligencia”, la erudición no tiene utilidad. Por increíble que parezca, es la tecnología de los recursos audiovisuales que está forzando una  revolución fundamental en el sistema escolar. Por otro lado, las máquinas y los robots hicieron desnecesarias las habilidades individuales. ¿Qué hacer con la clase tradicional de matemática delante de la máquina de calcular? ¡Delante de eso, hablar en “pedagogía de los contenidos” es un anacronismo que pone en duda la honestidad intelectual de los profesores de los cursos de formación de profesores y de los cursos de pos-graduación! Los “contenidos” (conocimientos, teorías, informaciones, etc.) están archivados en las bibliotecas y, ahora, en los “bancos de datos”. Mecanismos electrónicos permiten que, por teléfono, lleguen a nuestras manos, en fracción de segundos. ¿¡Por qué insistir en la tarea sin gloria, históricamente fracasada, de memorizarlos!?  Los robots (habilidades) y los grabadores (memorias) están libertando a la humanidad de la sufrida tarea histórica de “aprender” (en el sentido clásico de “automatización”). Cuando la naturaleza privó al hombre de instintos (hábitos hereditarios), fue para no recorrer al automatismo (aprendizajes, reflejos condicionados, memorización). La acción del hombre sobre el medio debe ser siempre un “acto inteligente”. Es por esta causa que crea máquinas y aparatos encargados de sustituirlo en las acciones automatizadas.
Cuando la escuela entregue las rutinas estereotipadas a los robots (televisión, grabados, computadora, cine, etc.) y a las máquinas, le sobrará tiempo para debatir (reflexionar en voz alta) y para reflexionar (debate en voz baja). ¡Finalmente el hombre asumirá su destino de animal racional! Véase: los medios electrónicos no irán más allá de la información (presentación de datos). Con los datos obtenidos a través de medios audiovisuales, comienza la verdadera actividad de “aprendizaje”: operar los datos (a través de la dinámica de grupo). Lo que desaparece es la “conferencia”, la clase expositiva dada por el maestro-orador, la verborragia, ampliando el tiempo destinado a la actividad del alumno (por primera vez, el “aprendizaje” se dará en la propia sala de clase, dispensando pruebas y exámenes…). Es necesario distinguir “contenidos” (informaciones) y habilidades (“performance”) de operatividad (construcción).  Las informaciones son “aprendidas” (fijadas) por la memoria (actividad simbólica figurativa). Las habilidades son actividades que se automatizan, perdiendo su carácter inteligente (construcción). Clasificar, por ejemplo, es una actividad operativa que no puede ser memorizada ni automatizada. Los objetos clasificados (forma, peso, color, volumen, etc.) son los llamados contenidos. Puede llamarse, también, de contenido la forma estereotipada de organizar los objetos, como en las fórmulas matemáticas (algoritmos). Quien consigue clasificar algo, sabe clasificar todo. El problema no es la pelota. Es saber jugar...

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