El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

domingo, 4 de marzo de 2012

JUSTICE EST FAITE



La  rutina escolar fue organizada, hace siglos, según el dogma del “pecado original” (sin vigilancia y coacción el hombre tendería a degenerar): ¡¡¡ ¿es la policía que impide que todos seamos criminosos?!!!


En latín, la palabra “comportamiento” – tan usada en los colegios, actualmente – pasaba la idea de acción, de transporte, de movimiento, de conducción. La raíz  porta y porto no se asociaba a “cerrar”, y sí a “abrir”: porto – era el lugar de “abrigo” y no era una prisión. La puerta abría para la vida, no cerraba, no contenía, no enclaustraba... En vez de caminar para la libertad, construimos la esclavitud. El puerto no es más el abrigo para la nave desgarrada. Es el lugar donde la aduana cobra sus derechos. La puerta no es una invitación para que los hermanos entren en nuestra casa, es el símbolo de la separación, de nuestro individualismo. Podemos acompañar, por la semántica de la palabra, la evolución (o mejor, la involución) de la idea de comunicación, de hermandad, de libertad. Compuerta, por ejemplo, es alguna cosa que contiene, que separa, que limita. Abrir las compuertas es libertar, cosa que causa estremecimiento en la humanidad bien “comportada”. La civilización ha sido un continuo construir de “compuertas”, de “cortinas”, de separaciones, de privilegios, de grupitos cerrados. Lo público, de público tiene apenas el nombre. De hecho, un pequeño grupo entra y cierra la “puerta”, mientras el pueblo pasa de largo. Cada servicio público tiene un dueño, que construye pesadas puertas en sus dominios, dejando abiertos solamente los canales a través de los cuales el pueblo sustenta, con los impuestos, su vida parasitaria.
La escuela organizada para servir a este tipo de sociedad, tiene como supremo dogma de validez el comportamiento. Aquel alumno es brillante, es estudioso, es alegre, es amigo de los compañeros, pero se comporta mal... ¡Una tragedia! ¡Qué pena!
¡Ser comportado es estar reprimido, serenamente, dentro de las compuertas! Es no perturbar la quietud. En cada escuela, conforme la filosofía de vida que prevalece, conforme el temperamento autoritario o liberal del director, conforme los  prejuicios y las idiosincrasias de los maestros, ser comportado es una cosa enteramente diferente. Un alumno se transfiere de un colegio para otro: tiene que aprender a “comportarse” de nuevo, porque las leyes del comportamiento son diferentes, el director es tolerante, los profesores son mansos...
Cada escuela tiene su propia forma. ¡Aquel niño enfermizo, apático, mórbido, que está precisando  ser sacudido  enérgicamente  para aprender a vivir y a defenderse, tiene siempre nota 10 (diez) en comportamiento! Aquel otro vivo, que tiene iniciativas, experimenta conductas, erra, intenta ajustarse a las nuevas formas de vida, lidera, conduce a los compañeros: a pesar de la simpatía que despierta, infelizmente, no puede tener nota 10 (diez) en comportamiento... ¡Cuanto más sosegado, cuanto más  apático  (aunque esa apatía sea causada por una parasitosis) más apto está para tener nota diez en comportamiento! Comportamiento, evidentemente, es “no dar  trabajo al educador”, y no exigir esfuerzo de orientación, es ser  despersonalizado, tímido, cordato, abúlico. ¿Qué raza de hombres estamos formando?
Avergüenza el simplismo inconsecuente y primario con que ciertos educadores sentencian sobre la conducta de los jóvenes. Todas las frustraciones del profesor se revelan en sus veredictos con la osadía irresponsable de los que desconocen las verdaderas dimensiones del alma humana. No profieren un juicio: es una venganza sorda por no conseguir controlar absolutamente a algunos rebeldes. Como hay jóvenes que no aceptan esta dominación...el estigma del mal comportamiento hace que crezca el fracaso. Es la moneda con la que se paga en las escuelas la sumisión cuyo cambio oscila de acuerdo con la dirección...
Si le preguntásemos, repentinamente, a esos “Salomões” qué es buen comportamiento, tal vez no supiesen definirlo. El “código” es un montón individualista de prejuicios, muchas veces una evidente forma de compensación  por evidentes  frustraciones  personales. Quien conoce la complejidad infinita de las motivaciones posibles de la conducta del ser humano, se estremece de espanto delante de la tranquila infalibilidad de esos jueces tozudos y vengativos. A veces, quien decide sobre el comportamiento de los jóvenes son ancianos enfadados para quienes la cristalina carcajada de la juventud es una ofensa imperdonable...
Los jóvenes poseen sus propios modelos de conducta inaccesibles a los adultos. Es preciso, pues, organizar el proceso de la vida escolar de tal modo que no sea el arbitrio resentido de los viejos que decida sobre el comportamiento de los jóvenes, permitiendo que los propios jóvenes aprendan a auto-dirigirse. Es a ese proceso que se le da el nombre de dinámica de grupo. Dinámica de grupo es un proceso de libre organización del comportamiento: comportamiento es apenas un comportamiento cuando es mutuo.
Lauro de Oliveira Lima
Libro: “Conflitos no Lar e na Escola”
Cap. 16    

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