El Profesor Lauro de Oliveira Lima falleció el 29 de enero de 2013. Nosotros, familia, amigos, colaboradores y admiradores, continuaremos a publicar en este blog material extraído de su vasta obra, para que su mensaje pueda alcanzar a más y más personas y, quién sabe, elevar a la Educación a un nivel de excelencia y resultados efectivos en pro de nuestros niños y adolescentes.

Por una educación a través de la inteligencia y abierta para todos los posibles…

sábado, 4 de mayo de 2013

¿Y el niño qué es?




 Los educadores debían aprender con los veterinarios – El código de menores es una aberración – Relojeros no arreglan computadoras – Los tres nacimientos del hijo del ser humano – Los indios son niños grandes...

Pocas personas piensan en el hecho de que el ser humano (diferentemente de todos los otros animales) tiene tres planos de crecimiento: biológico (crecimiento físico de carácter anatómico, fisiológico y neurológico); psicológico (desarrollo mental que tiende para una lógica progresiva hasta alcanzar el pensamiento hipotético-deductivo o lógico-matemático); sociológico (lenta y progresiva integración en el cuerpo sociocultural adulto con la asimilación de las reglas, valores y símbolos fabricados por las generaciones anteriores). Esta “integración progresiva”, por su vez, puede ser pacífica (iniciación) o traumática (conflicto de generaciones), hecho que determina el freno o el proceso del grupo social.  Los niños, hasta cierta edad, están inmunes a los procesos socioculturales: fabrican su propia sociología.

La psicosociología descubrió que el crecimiento del niño no es linear, como se suponía. A partir de la fecundación, el bebé humano alcanza niveles sucesivos, con características tan diferenciadas, que casi se puede afirmar la existencia de “animales” diferentes en cada uno de estas etapas. ¿Cómo puede, por ejemplo, un niño típicamente esquizofrénico (entre 3 y 6 años) transformarse en un auténtico “ingeniero, preocupado con construcciones y engranajes, luego en el período siguiente (entre 6 y 10 años)? ¿Cómo puede la graciosa incoherencia de un niño preoperatorio transformase en rígida e implacable “necesidad lógica”? ¿Cómo puede el sumiso “siervo”, que lucha por el privilegio de ir buscar las chinelas del papá, transformarse en el “contestador”, que se burla, a escondidas, de las ideas anacrónicas del “viejo”?
 No se diga que “la sociedad enseña esto a los niños”, porque todos los miembros de la sociedad ya fueron niños con estas características. No hubo una pre sociedad para “doctrinar’’ a los primeros niños. La sociedad fue construida por los niños que fueron desarrollándose. Sabemos de sociedades que, por circunstancias poco explicadas, paran su desarrollo en una de las etapas que encontramos hoy en el niño del medio “civilizado” (nuestros indígenas no alcanzan, cuando adultos, las llamadas operaciones concretas: clasificar, seriar, numerar, medir, partir, desplazar, intuiciones geométricas, etc...) Aún no se conocen todas las etapas del desarrollo (es solo una cuestión de tiempo), pero los psicólogos y los sociólogos (micro sociología) ya las determinaron, nítidamente, tanto del punto de vista cognitivo (Piaget: capacidad operativa del pensamiento para enfrentar la realidad), cuando del punto de vista afectivo (Freud regulación del flujo energético de las acciones y determinación de la escala de los valores). Cuando el niño alcanza uno de los niveles (estadios) de su desarrollo, ahí permanece durante un tiempo variable, presentando, durante el período, tipología inconfundible. De este modo no tienen sentido frases como “la educación de los niños”.
      La graciosa y romántica “inocencia” del niño es, apenas, la característica de uno de sus niveles mentales.
La asistencia que los técnicos dan a las máquinas varía con su grado de complejidad: el mecánico que arregla una bicicleta no está, ipso facto, habilitado a arreglar un reloj o computadora... Solo que, con relación a los niños, la complejidad es decreciente: cuanto menor es el niño, más habilidoso debe ser el “mecánico” (educador). Piaget dice que, en el futuro, los especialistas más competentes serán reservados para cuidar de los niños menores (lo que lleva a creer que no tiene mucha importancia la “habilidad” de los profesores universitarios: los alumnos de la universidad ya son capaces de funcionar sin “mecánico”...). Todos los que trabajan con niños (padres, pediatras, psicoterapeutas, jueces de menores, etc...) tienen, hoy, el deber de capacitarse para diagnosticar, con precisión absoluta, el estadio en que está el niño. El código de menores y el código de censura, por ejemplo, son amontonados de asnerías que afrontan los más elementales resultados de los estudios               psicosociológicos (conceptos como el de “excepcionalidad” y el de “menor’’ son verdaderas aberraciones).

 Alcanzar todos los niveles no es una fatalidad: es un largo y penoso esfuerzo que ni todos hacen...
En las escuelas, los maestros “inventan” métodos de alfabetización que violan, a veces, las características del nivel de desarrollo en que se encuentra el niño. La mayoría de los psicoterapeutas jamás indaga sobre el mecanismo cognitivo de los niños que atienden para “curar la afectividad” (sic). Los educadores, jueces de menores, terapeutas, etc., debían hacer una pasantía en una clínica veterinaria para aprender que los niños son animales, de acuerdo con sus niveles de desarrollo. Un veterinario no trata de la misma forma una gallina y un elefante...

Hoy se sabe que no tiene sentido la “la integración vertical” de los cursos (etapas escolares): en el futuro, los grados escolares serán separados, radical y sofisticadamente: volveremos a tener el “curso primario” rigurosamente diferente del “curso liceal”. La experiencia humana es válida: existe la “edad del uso de la razón” del que hablan los padres...

Lauro de Oliveira Lima
(Temas Piagetianos - Editora Ao Livro Técnico)
Octubre, 1980

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